¿Por qué es mejor no optar por este tipo de instituciones?
Cada vez más, se hace difícil poder atender a cualquier familiar en situación de dependencia debido a jornadas laborales comúnmente extensas u otros compromisos que pueden ocuparnos gran parte del día. Ante estas dificultades, algunas personas se decantan por llevar a sus mayores a una residencia. ¿Pero por qué las residencias no son una buena opción?
“ Según una encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad y Política Social en 2010, nueve de cada diez ancianos (es decir, el 87%) prefería vivir en su casa aunque fuese solos. “
Aunque esta convicción resulte un tanto atrevida, cabe recordar el poco personal del que disponen en la mayoría de los casos; lo que resulta peligroso para la propia seguridad de los ancianos que residen allí. En mayo de este año, una mujer de una residencia de Arganda falleció después de que una pierna se le quedase encajada en las barras de protección de la cama. El enfermero que estaba a cargo esa noche, denunció a su vez lo ocurrido puesto que – en palabras suyas – “no está bien que un solo enfermero esté a cargo de 343 residentes”. De igual manera las instalaciones en muchas ocasiones, no cumplen con las necesidades de los ancianos residentes; como pasa, por ejemplo, con los cuartos de baños no adaptados para las sillas de ruedas.
¿Pero qué implica ingresar a la persona mayor en una residencia?
Muchas veces la entrada a una residencia produce desorientación y confusión, puesto que supone grandes cambios en su día a día que les obliga a adaptarse a este nuevo entorno; lo que a veces resulta difícil. De hecho, según una encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad y Política Social en 2010, nueve de cada diez ancianos (es decir, el 87%) preferían vivir en su casa aunque fuese solos.
“Las sujeciones físicas, muy comunes en este tipo de instituciones, favorecen la aparición de úlceras por presión, pérdida del tono muscular, estreñimiento y disminución del apetito; así como a nivel psicológico, puede darse apatía, ira, vergüenza o depresión.”
No obstante, no solamente el cambiar de morada resulta un impedimento en su bienestar. El hábito de las sujeciones físicas y químicas en las residencias, es otra realidad lamentablemente común en este tipo de instituciones. Representantes de Ceoma, el Imserso, la Confederación de Asociaciones de Familiares de Personas con Alzhéimer (Ceafa) y la Fiscalía General del Estado convienen en que las sujeciones físicas favorecen la aparición de úlceras por presión, pérdida del tono muscular, estreñimiento y disminución del apetito, entre otros inconvenientes; así como a nivel psicológico, puede darse apatía, ira, vergüenza o depresión.
En lo que se refiere a sujeciones químicas, estas pueden ser incluso más peligrosas que las sujeciones físicas. Un exceso de medicación sedante puede desembocar en caídas graves, lo que comporta grandes riesgos para su salud y que finalmente se utilizen de igual manera las sujeciones físicas.
Por otra parte, no debemos olvidar los desorbitados precios de estas instituciones; los cuales no se adecuan a la calidad de los servicios que ofrecen. Asimismo, cada vez más, la relación entre las tarifas a pagar y el poder adquisitivo de los ancianos está descompensada. En 2008, el precio medio de las residencias de Asturias había subido un 17,5% frente a 2005; en detrimento a las pensiones mínimas, que sufrieron una subida de tan solo un 7 y 8%. Según el Boletín Oficial del Principado de Asturias, el precio de una plaza en una residencia en ese mismo año rondaba a los 1.200 euros, frente a los 614,52 euros mensuales que costaba 3 años antes. Actualmente, el precio medio de una residencia en España supera en muchos casos los 2.000 euros.