¿Como se ha concebido la vejez en otras épocas y como se concibe ahora?
No es ningún secreto saber que la posición que ocupan hoy en día las personas de la tercera edad, es una posición subalterna; a merced de una cultura que homenajea la juventud. Sin embargo, en eso no somos pioneros: cabe recordar que en épocas anteriores también se producía este fenómeno; esculturas como el David de Miguel Ángel, nos recuerdan la eterna admiración que siente el ser humano por la juventud, símbolo de la belleza efímera.
¿Pero qué nos diferencia de nuestro pasado?
Si bien el culto a la juventud es un fenómeno recurrente en la historia de las diferentes sociedades humanas, aquello que desplaza la gente mayor a las periferias sociales en la actualidad es la carencia de un rol social “reconocido” dentro de la sociedad.
En la Antigua Grecia, aún cuando poetas como Homero alababan los cuerpos jóvenes de los guerreros de la polis en sus epopeyas, ancianos sofistas y filósofos eran premiados por la experiencia y sabiduría que transmitían en sus discursos de oratoria en las plazas de la ciudad. En ese sentido, nuestra cultura plantea un conjunto de cambios en comparación con otras épocas.
“ Si bien el culto a la juventud es un fenómeno recurrente en la historia de las diferentes sociedades humanas, aquello que desplaza la gente mayor a las periferias sociales en la actualidad es la carencia de un rol social “reconocido” dentro de la sociedad. “
Somos una sociedad incapaz de aceptar y amar la vejez
Nietszche hablaba de la sociedad moderna como una sociedad incapaz de aceptar la esencia trágica de la vida: la certeza de que en algún momento vamos a morir. Todos los avances médicos y tecnológicos, el “progreso” tan admirado desde finales del s. XVIII, se encaminan hacia un solo fin: hacer la vida más fácil y prolongarla el máximo posible. En este contexto, la vejez se muestra como un recordatorio de que aquello que no podemos negar, el inevitable encuentro con la muerte. Y nuestra carrera hacia la modernidad, se convierte en una carrera hacia la negación del “pesimismo” y la exaltación de un optimismo exacerbado por el miedo a aceptar esta otra cara de la moneda.
Así pues, desde la televisión, la publicidad, la moda o incluso el arte impera la imagen de adolescentes y gente joven que proyectan este imaginario compartido sobre la juventud y la vejez. Dicha juventud se premia por su misma esencia, la edad que comprende; mientras que la senectud es juzgada con el mismo criterio en sentido contrario.
“La proporción de personas mayores sigue creciendo de forma exponencial en casi todos los países del mundo como resultado del éxito de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico.”
Todo ello produce un conjunto de movilizaciones ridículas entorno a la cultura; las personas adultas no quieren envejecer, quieren permanecer “por siempre” jóvenes. Mientras que a nivel social, se articula el consumo de la cultura y del mercado en relación a esa porción de la población que aún es joven, si bien al mismo tiempo se proyecta esta misma forma de consumo a las otras capas de la sociedad. Como consecuencia de esta primacía de la juventud y de la negación de la vejez, cuando los individuos ya no pueden aparentar esa edad que ya no tienen, son desterrados al colectivo de aquellos que son “demasiado” o irremediablemente viejos.
Y sin embargo, vivimos en una época donde la vejez está más presente que nunca. La proporción de personas mayores sigue creciendo de forma exponencial en casi todos los países del mundo como resultado del éxito de las políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico. Al mismo tiempo, las nuevas dinámicas sociales establecen otras tendencias de socialización que también se ven reflectadas en los grupos de personas de mayor edad. Nuestro reto – ese que nos queda pendiente – en cuanto este colectivo, es devolverle el papel que le corresponde; entender aquello que nos puede transmitir en concepto de conocimiento. Puesto que al fin y al cabo, es la memoria histórica aquello que nos permite evolucionar y entender quienes somos como grupo social e individuos; aquello que nos permite recordar de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.