Seguridad al volante en las personas mayores

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El progresivo y constante envejecimiento de la población hace que la cifra de conductores de edad avanzada aumente. ¿Qué implica esto? En sí mismo, nada extraño, ya que no existen normas de circulación especiales para los mayores de 65 años ni para los mayores de 80. Sin embargo, es imposible no advertir que quienes entran en la llamada “tercera edad”, cada uno a su manera, experimentan una disminución de sus capacidades físicas. Por lo tanto, es decisivo concienciar a estos conductores sobre la necesidad de que sean más cuidadosos a la hora de subirse al coche. De hecho, los conductores de edad avanzada pueden ser más peligrosos para ellos mismos que para los demás: el índice de accidentes mortales en los que se ven implicados conductores de más de 75 años es cinco veces superior a la media de los conductores en general, y su índice de lesiones es el doble.

Personas mayores al volante

Esta mayor vulnerabilidad puede deberse a la reducción de las capacidades físicas de los conductores de edad avanzada y a su menor experiencia diaria en la carretera. De forma más general, todos sabemos que a partir de cierto momento, nuestro cuerpo sufre una reducción de la movilidad: el tono muscular disminuye, al igual que la velocidad de movimiento y la agilidad. Además, la visión también se deteriora (especialmente por la noche y al atardecer), al igual que la audición, que se debilita progresivamente. Muchas personas se fatigan rápidamente y sufren pérdida de atención y concentración que pueden ser insidiosas. En general, son los reflejos los que fallan, con tiempos de reacción cada vez más largos.

Consejos útiles para una conducción segura en la tercera edad

Además de renovar regularmente el carné de conducir sometiéndose a controles periódicos, también hay algunas recomendaciones a tener en cuenta. Por ejemplo, puede ser aconsejable evitar conducir durante las horas punta, así como evitar las vías principales con mucho tráfico. Cuando hace mal tiempo, es conveniente posponer, si es posible, la conducción. Del mismo modo, es aconsejable evitar conducir por la tarde y por la noche: para ello hay que planificar los desplazamientos, sobre todo si hay que recorrer largas distancias (y recordar que hay que hacer varias paradas frecuentes). Si la persona mayor no se encuentra en su mejor momento o si, peor aún, no se siente bien, será mejor que evite conducir. Por último, pero no menos importante, ¿por qué no hacer un curso de conducción para refrescar y actualizar los conocimientos?

Lo cierto es que la conducción requiere rapidez de reflejos y concentración. Por eso, aquí hay algunos consejos útiles para los conductores mayores:

  • Comprobar periódicamente la vista y el oído con exámenes específicos;
  • Asegurarse que los medicamentos que están tomando no afecten a la conducción;
  • Evitar conducir en la oscuridad y, si es posible, durante las horas de mayor tráfico;
  • Hacer paradas frecuentes en los viajes largos;
  • Controlar periódicamente el estado del coche;
  • Si es posible, utilizar coches automáticos, para facilitar la conducción;
  • Mantener limpios el parabrisas, los retrovisores y los faros para una visibilidad óptima;
  • Prestar particular atención a la distancia de seguridad;
  • Y, por supuesto, no conducir bajo los efectos de drogas y alcohol.

Mayores al volante: ser conscientes de los riesgos

Las personas mayores corren un riesgo especial en el tráfico. Puesto que son más vulnerables que los jóvenes, un accidente puede tener consecuencias muy graves para ellos. Además, la vejez o la enfermedad pueden dificultar la conducción.

Sin embargo, es importante señalar que la mayoría de los conductores de edad avanzada no suponen un riesgo superior a la media para los demás usuarios de la carretera. En caso de accidente, las personas mayores al volante son principalmente un riesgo para ellas mismas.

Por esta razón, es aconsejable que sea otra persona la que se ocupe de los desplazamientos o recados. Las cuidadoras por horas o internas pueden encargarse de esas tareas cotidianas, como hacer la compra o ir a la farmacia, y así, disminuir el riesgo que puede suponer para una persona mayor subirse al coche.

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